En una tarde de agosto, en la comarca del Jarama, vinieron a contraer nupcias Cristina y Diego, dulce y cariñosa ella, alegre y tranquilo él, conocedores en gran medida de toda esta zona norte de Madrid por habitar en ella desde su nacimiento. De variados lugares vinieron los convidados a celebrar con ellos este gozoso momento y disfrutaron de su cariño y cercanía, de las ricas viandas y del buen ambiente que se vivió durante toda la jornada. Doy fe que fue así.