La figura metafórica que mejor define a un Flysch es la que dice que es «como un costillar que baja desde un acantilado y se interna en el mar». Es como un enorme esqueleto rocoso, salvaje y bello, que no deja indiferente a nadie. Un lugar donde contrasta en gran manera una novia y su vestido, la rudeza del paisaje pétreo frente al encanto de una pareja enamorada, desafiando en difícil equilibrio el caminar por los surcos que el acantilado ofrece, como un pasadizo, para llegar al mar Cantábrico. Nerea y Sergio fueron protagonistas de este desafío, del que quedarán para el recuerdo imágenes imborrables. Y aprovechamos una magnífica tarde y la calma insólita del mar para tomar unas cuantas fotografías, antes de que John Nieve y sus huestes pusieran sus pies en la agreste costa de Zumaia…
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